“LLAMÓ A LOS QUE QUISO”

El Señor me llamó “de repente”, sin previos, irrumpió en mi vida con su amor. Siempre he pensado que mi vocación se parece a la de Pablo, por lo que tiene día y hora señalados.

Provengo de una familia profundamente cristiana, donde diariamente mi madre pedía por las vocaciones y al final del rezo del Rosario, le decía al Señor: “aquí están mis siete hijos, llama a los que quieras para tu servicio”. Ninguno quería ser llamado y nos señalábamos unos a otros.

El 7 de julio de 1958 a las 7 de la noche, su llamado resonó en mi corazón de una manera irrefutable: “Quiero que te quedes aquí para siempre”, escuche en mi interior

Y el aquí y el siempre, me fueron fácilmente comprensibles. Estaba en la Capilla de Monterrico y en ese entonces cursaba el 2º año de Educación. Dios me llamó a entregarle mi vida para siempre y aquí, es decir, en la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.

 El sacerdote que llegaría esa tarde para darnos el retiro anual, no vino. Nos quedamos orando solas con un librito de Ejercicios Espirituales Ignacianos que nos dieron, yo estaba leyendo la página del Principio y Fundamento. Salí de la capilla convencida de este llamado, asustada de lo que implicaba dejar, pero decidida a seguir el camino que Jesús me señalaba.

Así fue, enseguida hablé con las hermanas quienes me pusieron en contacto con un sacerdote jesuita para hacer el proceso de discernimiento. Este duró más de un año, todos los sábados iba a la Parroquia de San Pedro a encontrarlo. Las dificultades se me presentaron después.

A la muerte de mi padre, mi mamá nos organizó de manera que quien terminaba la carrera ayudaba al siguiente. En ese “reparto” me tocó mi hermano Carlos que siempre decía “voy a ser médico”.  ¿Nueve años de estudios?  Ya no podría entrar en  la Sociedad. Imposible

En el verano fui a mi casa en Sullana y una tarde mi hermano me dice: Tú me puedes ayudar a buscar una congregación, quiero ser sacerdote. No podía creerlo, era la clara confirmación del Señor de que en mi llamado la iniciativa era de Él. Mi hermano y yo iniciamos un camino vocacional de seguimiento a Jesús, juntos, hasta hoy.

Él ingresó a la Compañía de Jesús apenas terminado el colegio, seis meses antes que yo. Desde entonces vamos por la misma ruta, no sin dificultades, pero siempre con la certeza de que Él nos precede en el camino. Vivimos agradecidos a Dios por todo lo que hace en nosotros y a través de nosotros.

PILAR CARDÓ FRANCO rscj