Nuestro desafío siempre exigente es el de permanecer cercanas a los más pobres, creyendo e impulsando su protagonismo en los cambios de la sociedad y en la evangelización de todos.
Queremos formar personas que vivan su vocación de cristianos y colaboren en la construcción del Reino; queremos priorizar el mundo de los pobres, la mujer y los jóvenes y todos los que llevan en sí un germen de futuro, ofreciéndoles una formación que promueva entre ellos los valores de la solidaridad, la austeridad, la tolerancia, la verdad, la justicia y la responsabilidad; queremos ofrecer entre ellos el Evangelio y nuestra espiritualidad como un camino por el que nos hacemos hermanos, viviendo nosotras mismas el Evangelio con radicalidad.
Nuestro proyecto apostólico educativo entre los pobres se aboca a ofrecerles formación y acompañamiento para el crecimiento de su fe y su seguimiento de Jesús, sintiéndose verdaderamente hijos predilectos de Dios. Trabajamos para fortalecer su dignidad de persona creando espacios de organización, solidaridad y participación.
Buscamos constantemente vivir entre ellos y para ellos de manera profética, audaz y creativa, y lo hacemos con otros, voluntarios y colaboradores de todas las clases, edades y lugares, que trabajan con nosotras para transformar este mundo en “un gran banquete, una mesa abierta, en la que se comparten el pan y la palabra, en la que el Señor enjuga las lágrimas de tanta opresión, de tanta injusticia, violencia y división.”
(Capítulo General rscj, 1994)
“Vemos con esperanza la vitalidad de nuestra misión apostólica que se dinamiza con la entrega de las religiosas, la colaboración de miles de laicos/as y los aportes de la sociedad civil y de la Iglesia… Nuestra práctica continúa siendo enriquecida con el aporte de muchos colaboradores, nuestra participación en la sociedad civil y en la Iglesia…
Descubrir, vivir y anunciar el amor de Dios nos impulsa a trabajar en corresponsabilidad entre nosotras y con otros. Esto favorece la vida en todas sus formas y contribuye a la construcción de una sociedad alternativa…
Caminamos junto con laicos/as en la Iglesia y en la sociedad civil, conscientes de nuestro don y nuestra responsabilidad específica. Por eso sabemos que es necesario compartir nuestra vida y misión, intensificar nuestra participación activa como mujeres en la Iglesia y en la sociedad civil, unir esfuerzos y actuar con otros a favor de personas o grupos que sufren situaciones de marginación o de injusticia”.
(Capítulo General de las rscj, 2000)
“Contemplamos el Corazón de Jesús en las alegrías, esperanzas y sufrimientos de la humanidad. Mirar el mundo desde la óptica del Reino de Dios nos lleva a reconocer cómo Jesús se revela en los pobres y marginados. La experiencia de una espiritualidad encarnada nos impulsa a vivir la educación como proceso de transformación”.
(Capítulo General de las rscj, 2000)